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INTRODUCCIÓN

Ya es habitual encontrar noticias sobre justicia restaurativa en cualquier ámbito, sin duda el que más está dando que hablar en estos momentos es la justicia restaurativa en los casos de agresiones sexuales por parte de la Iglesia.

Lo primero que debemos explicar es que todas las víctimas de agresiones sexuales merecen ser reconocidas y respetadas, da igual que sean de la iglesia, del entorno deportivo, familiar etc. bien lo sabemos en la Sociedad Científica de Justicia Restaurativa puesto que estamos trabajando en un programa individual de atención a toda clase de víctimas con enfoque restaurativo llamado Ave Fénix y que podéis consultar en esta página https://justiciarestaurativa.es/actividades/programa-de-atencion-a-victimas-dedelitos-ave-fenix/ 

POR DECIR QUE HACES JUSTICIA RESTAURATIVA NO SIGNIFICA QUE REALMENTE HAGAS JUSTICIA RESTAURATIVA

Hace unos días leíamos el siguiente titular: “Diócesis y congregaciones organizan encuentros de justicia restaurativa con el objetivo de promover el perdón. Para realizarlos, la víctima ha de poder expresar los daños sufridos y el agresor el mal provocado”

El coordinador de las oficinas de menores hacía estas declaraciones en una entrevista que lo primero que genera es dudas, e incertidumbres respecto a lo que se está haciendo con las víctimas y los abusadores. En primer lugar, vemos que como siempre, se está poniendo como requisito para comenzar un proceso de justicia restaurativa que se promueva el perdón. Una vez más están dando por hecho lo que las víctimas necesitan de este encuentro. En las reuniones preparatorias es cuando vemos las necesidades de las víctimas y si se pueden satisfacer en este encuentro conjunto, nunca decidimos por las víctimas, esta es la diferencia esencial de la justicia restaurativa con respecto al proceso tradicional. Ni que decir tiene que muchas víctimas dicen durante esta preparación que no van a perdonar y luego perdonan porque se dan cuenta que es algo liberador. Pero el perdón queda en la esfera personal de víctima y abusador y jamás se pone como requisito para participar en un proceso restaurativo (salvo que se diga que se está haciendo justicia restaurativa y realmente se hace terapia, se dé un sermón, asesoramiento espiritual o cualquier otra intervención que nada tiene que ver con justicia restaurativa). Habla esta persona de que se trabaja el perdón, no se puede imponer un objetivo como este para trabajar en justicia restaurativa, porque no solo no es un pilar de la justicia restaurativa sino porque muchas víctimas no verán necesario que las pidan perdón. Por tanto, estamos imponiendo a las víctimas ciertos aspectos sin entender precisamente que la justicia restaurativa no impone; escucha. Los requisitos para este encuentro conjunto son que la persona abusadora haya entendido el daño causado y este preparado para escuchar a la víctima.

El facilitador de procesos restaurativos tiene una parcialidad equilibrada ya que aunque trata por igual a víctima y abusador en este encuentro conjunto es consciente de que la persona abusadora de entender el daño causado y comprometerse a mitigar el dolor o repararlo de la manera que la víctima necesite. Por tanto, no podemos poner como requisito que para que este encuentro se dé que deba existir una petición de perdón porque para muchas víctimas esto no será una expectativa que busquen del encuentro conjunto y para otras víctimas, en general la mayoría, no será suficiente este perdón y necesitarán algún acto más de la persona abusadora para sentir que al menos su dolor ha sido parcialmente mitigado. Digamos que una y otra vez están decidiendo por las víctimas y direccionando para que del posible encuentro conjunto solo busquen petición de disculpas (aparte quedan ciertas compensaciones económicas que hacen con algunas víctimas y que limita la voz de las víctimas y les impiden conocer lo que está haciendo el abusador para ver el daño y evitar que se repita). En los procesos restaurativos, la mayoría de las víctimas lo que necesitan o lo primero que piden es que la persona ofensora se comprometa a no volver a hacerlo y esto implica que su primera necesidad es la seguridad y que alguien se responsabilice por el daño sufrido. Como vemos nada tiene que ver con pedir perdón o perdonar.

El coordinador dice:” Ya se han realizado algunas experiencias en España hasta la fecha, sobre todo los salesianos” Sorprende que se pongan como buenas prácticas las realizadas por esta congregación y luego se descubra que en muchas casos están silenciando a las víctimas con dinero. Nos preguntamos si buscan víctimas “buenas” que estén dispuestas a perdonar y realizar el encuentro ideal con final feliz de película de Disney y para las víctimas “malas” se aplica el protocolo de agresiones sexuales en el que tasan el daño en función de baremos como la credibilidad de lo que cuentan y a cambio de dinero y se les privan de toda oportunidad de saber que acciones están tomando su abusador para responsabilizarse del daño. No puede existir esta dualidad con las víctimas, si verdaderamente la Iglesia está pensando en trabajar con enfoque restaurativo debe conocer los principios y el funcionamiento de esta justicia, solo así se darán cuenta que aun no existiendo un encuentro conjunto se puede trabajar con enfoque restaurativo. Y para trabajar con este enfoque restaurativo es esencial no decidir por las víctimas, darles voz, y sobre todo atender sus necesidades de reconocimiento, respeto e información.

LA PREPARACIÓN DE LA VÍCTIMA E INFRACTOR ES ALGO ESENCIAL ANTES DE UN ENCUENTRO CONJUNTO

Algo importante para que una práctica restaurativa funcione es la preparación tanto de víctima como de ofensor. El problema surge cuando no se distingue entre terapia y justicia restaurativa, o lo que es peor se piensa que por ser psicólogos ya están ungidos de los conocimientos necesarios para hacer justicia restaurativa.

Dice la entrevista: “Por un lado, la víctima «ha de ser capaz de expresar los daños y cómo los ha sufrido», para lo cual necesita «muchos años de trabajo a nivel psicológico, espiritual y humano».

Además, el victimario «debe reconocer que ha provocado males muy duros en otras personas», lo cual es posible «si ha sido acompañado por profesionales que le pueden asesorar y ayudar para no huir de su realidad y asumirla». Sin esas dos premisas, la justicia restaurativa «es imposible». Y cuando se consigue «es obligatorio que se realice a través de mediadores y expertos que trabajen con uno y con otro»

A parte de la atención psicológica que esté recibiendo la víctima e incluso la persona abusadora, la preparación de la víctima e infractor ante un posible encuentro conjunto es esencial. Esta preparación en justicia restaurativa no es terapia extra, no es asesoramiento jurídico, y no hay expertos que por su profesión estén capacitados para hacerla. No significa que por ser psicólogo, mediador, sacerdote, abogado ya estés en condiciones de facilitar estas reuniones preparatorias. Es simple y claro para realizar un proceso restaurativo se necesita estar formado en justicia restaurativa y tener formación específica en estos delitos. Se necesita saber qué se trabaja en esta preparación, que alternativas de encuentros conjuntos se pueden hacer, cómo trabajar la responsabilización, el trauma…y esto se hace a través de cursos específicos de justicia restaurativa. Es algo que aún hoy no se entiende, y vemos con sorpresa que se habla en esta entrevista en estos términos: “han salido cuatro equipos de trabajo a nivel nacional, formados por personas tanto de oficinas diocesanas como de congregaciones, que constituyen un grupo denominado Justicia Restaurativa, cuyo objetivo es sentar las bases para la difusión de estos encuentros en España”. Congregaciones que constituyen un grupo de justicia restaurativa, sorprende porque pareciera que por ser sacerdotes de determinadas congregaciones ya tienen inherente la formación en justicia restaurativa y además en estos delitos graves. Pero además están capacitados para sentar las bases de los encuentros restaurativos en España dentro de la Iglesia. Una vez más parece que quisieran reconducir la justicia restaurativa a lo que ellos creen, una única justicia restaurativa como molde al que se deben adaptar todas las víctimas si quieren acceder a estos encuentros. La justicia restaurativa es la que se adapta a las víctimas y a cada caso y sus circunstancias y sobre todo, para que tenga éxito estos procesos, las bases las tendría que establecer personas expertas (no por haber escrito dos libros sino porque tienen experiencia en delitos graves como estos) ajenas al ámbito de la Iglesia y que conozcan lo que son los verdaderos objetivos de la justicia restaurativa.

Concluye esta entrevista comentando: “se están implementando en todas ellas cursos de prevención y formación para los agentes que están trabajando con menores o tienen alguna relación con ellos en el ámbito de Iglesia: sacerdotes, religiosos profesores, catequistas, voluntarios y seminaristas. Además, su labor se extiende también a niños y adolescentes, «para que puedan detectar cualquier amenaza de abuso».

Es curioso como por un lado se habla de justicia restaurativa y de realizar prácticas concretas cuando para llegar a este punto es necesario formación especifica en esta justicia pero también formación en estos delitos que tanto impacto causan en las victimas y por otro lado hablen de cursos de prevención y no se incluya la justicia restaurativa.

Si de verdad apostaran por la justicia restaurativa, expertos prácticos en el tema deberían informarles lo que es trabajar con enfoque restaurativo, lo que implica la justicia restaurativa sus objetivos y alcances y sobre todo qué no es justicia restaurativa.

El trabajo ante una víctima y un abusador es multidisciplinar esto es obvio pero un psicólogo o un sacerdote no está capacitado para hacer todo este trabajo. Igual que una persona que no sepa de justicia restaurativa pero haya escrito sobre ello o sea famosa por su profesión de origen no está capacitada para hacer justicia restaurativa. En estos cursos si supieran realmente el alcance de esta justicia incluirían las metodologías restaurativas para trabajar la prevención, y sobre todo las metodologías y lo que hacer si ya tenemos un delito de abuso. Parece que es más rentable hablar de encuentros restaurativos que de verdaderamente preocuparse por saber que implica estos encuentros y otras posibilidades, en las que se trabaje la perspectiva preventiva de la justicia restaurativa.

CONCLUSIÓN

Es interesante como cada vez que se habla de justicia restaurativa se ponen unos límites y unos objetivos que nada tienen que ver con esta justicia y si tienen mucho que ver con el gremio o la persona que habla de ellos. Es lógico que la Iglesia quiera hablar del perdón como objetivo imprescindible, pero entonces debieran hablar de que hacen acompañamiento espiritual o algo similar para buscar el perdón pero no justicia restaurativa. Como dijimos, el perdón suele ser una consecuencia beneficiosa que surge de manera espontánea en un proceso restaurativo. Pero no es un objetivo, igual que no siempre es posible este encuentro y podemos ser restaurativos (programas individuales, víctimas subrogadas…). Lo que si no es restaurativo la terapia, ni el asesoramiento legal o espiritual. Esto puede servir a muchas víctimas, incluso puede ser conveniente que antes de comenzar un proceso restaurativo reciban este asesoramiento, acompañamiento y terapia pero la justicia restaurativa es otra cosa. En justicia restaurativa no asesoramos, no juzgamos, no hacemos juicios de valor, no preguntamos con reproche, no damos sermones simplemente generamos un espacio para escuchar necesidades, y expectativas en las víctimas y para ayudar a la persona ofensora a entender el impacto de sus acciones. Si esto se da y el encuentro conjunto se valora como posible para que la víctima vea sus necesidades satisfechas se celebra (pero en todas las fases restaurativas tenemos unas preguntas como herramienta fundamental, podemos realizar diferentes prácticas, algunas con guion y en todo caso debemos saber cómo facilitar este encuentro hasta el final). El seguimiento también es esencial para valorar qué también ha funcionado esta práctica concreta.

Lo que no podemos pensar es que por nuestra condición profesional, por nuestra trayectoria o porque hemos leído mucho de justicia restaurativa estamos preparados para trabajar en estos delitos graves. Nuestra máxima debe ser no revictimizar a las víctimas sin dejar de ayudar a la persona ofensora a que reconozca el daño.




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