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  • Pasan pocos minutos de las 22 horas de la noche del lunes, hora de comienzo de la guardia de 24 horas del turno de oficio, cuando a la abogada penalista Leticia Cepeda le llega el primer aviso.

Está en su casa,  esperando lista para salir. Sabe que no tardarán en llamarla, porque está de las primeras en la lista de los 90 abogados que cada día hacen guardia de turno de oficio en Madrid. Y efectivamente, son las 10 y 12, todavía no ha anochecido ni ha bajado la temperatura, cuando suena su móvil. La llaman de la comisaría de Leganitos para pedirle que vaya a asistir a un hombre detenido por robo con violencia. “Es una comisaría con mucha actividad, hay mucho choriceo en la zona”, cuenta, de camino a esta calle con reminiscencias de Monopoly en pleno centro de Madrid.

Nada más entrar le comunican que le van a caer otros tres detenidos. Cepeda anota los nombres de todos, mientras piensa que será bien entrada la noche antes de que salga de allí, pero por lo menos tendrá ya cuatro de los cinco casos que le corresponden en una guardia y no le tocará ir de una comisaría a otra.

Bajan a los calabozos, está ya acostumbrada al mal olor pero aún así le sigue impactando. El desfile de detenidos empieza mal: el primero, que ha robado un móvil agarrando a un chico por el cuello, está muy bebido y se niega a salir del calabozo. Los agentes le piden a la letrada que entre ella a convencerle. “Venga, Gerald, muévete que te tienen que leer los derechos”, le dice con aplomo. El hombre se levanta del suelo, se calza, y la sigue con docilidad hasta una sala contigua para la entrevista cara a cara – “ahora por lo menos vamos todos con mascarillas, en plena pandemia te entrevistabas igual con los detenidos y la mayoría no llevaban ni mascarilla, ni había gel ni nada”, explica luego Cepeda-. Un poco más espabilado, niega todas las acusaciones y asegura que está borracho y no se acuerda de nada. No hace falta casi ni que su abogada le diga que se acoja a su derecho a no declarar –“es lo que suelo aconsejar si no he visto el atestado porque es una locura pedirle que declare a ciegas”- porque no está en condiciones de hacerlo.

El siguiente es un hombre al que han pillado, esta vez sí in fraganti, robando ropa en el Corte Inglés. Le detuvieron a la puerta del establecimiento, y como se recuperaron las prendas se queda en tentativa de hurto. El hombre, con antecedentes, dice que no quiere declarar y le da las gracias a Cepeda cuando ella le dice que se verán al día siguiente en los juzgados de Plaza de Castilla. “Saben que eres la única persona que puede ayudarles, la única que no le va a juzgar y que vela por sus intereses. Yo nunca he tenido problemas con los clientes del turno. Les trato igual que a un cliente privado. Me da igual que me paguen mi minuta como abogada privada o lo que está estipulado para el turno”  (200 euros brutos por esta guardia de 24 horas).

El tercero de la noche, un hombre de unos 60 años, buen aspecto y modales educados,  se ha presentado, armado con pistola y cuchillo, en casa de una antigua compañera de trabajo a la que había acosado hace 14 años, delito por el que fue a prisión. Los agentes le preguntan si quiere solicitar el habeas corpus y el hombre responde, sereno y cortés, que no, porque no le parece que esté detenido injustamente. En un aparte le cuenta a su abogada, como quien habla de cómo le ha ido el día en el trabajo, que sí se presentó armado en casa de la mujer pero sin intenciones de hacerle daño. Cepeda, que aún no ha accedido al atestado policial y desconoce lo que ha dicho la víctima, le aconseja que no declare y se concentra en pensar cómo evitar que le pidan prisión provisional.

Y le llega el turno al cuarto, un joven de pelo largo y varios tatuajes, detenido con pequeñas dosis de cocaína y metanfetaminas. Los agentes dicen que le han pillado traficando, pero él lo niega y asegura que es para consumo propio. La letrada sabe que, a no ser que haya pruebas que demuestren que estaba traficando, va a ser la palabra del policía contra la de su cliente, y va pensando como acreditar que era para autoconsumo. Con la prueba del pelo se puede ver cuánto tiempo lleva consumiendo, cada cm de pelo es un mes de consumo. Hemos tenido suerte, porque tiene pelazo, el problema es cuando me toca un calvo y hay que pedirle un pelo del pubis”, explica, didáctica.

Contra todo pronóstico, las cuatro asistencias en Leganitos van rápido y poco después de la 1  ya está camino de casa. Sus cuatro clientes dormirán en los calabozos y, si hay suerte, pasarán a disposición judicial al día siguiente; si no la hay, la guardia se prolongará un día más porque la letrada de oficio tiene que asistir también en la declaración ante el juez en el juzgado.

Se acuesta, sabiendo que dormirá mal, pendiente del móvil. Hay suerte y no la llaman más en toda la noche. Cuando está preparándose para ir a primera hora a los juzgados suena el teléfono: cambio de planes, han detenido en Aluche a un hombre por abuso sexual continuado. Es su quinto y último caso. No se puede negar a asistirlo, no hay objeción de conciencia que valga. “Si estás en el turno de oficio no puedes elegir, tienes que ir. Por eso hay abogados que no quieren estar, porque no le gustan determinados delitos, no quieren ir a calabozos…”, explica Cepeda. “Yo he tenido clientes de pensar, uf, madre mía… Pero al final eso lo dejas al margen, porque por muy desagradable que sea lo que haya hecho, tu labor no es juzgarle sino que salga lo mejor parado posible. Nosotros ejercemos el derecho de defensa; a ningún detenido al que se priva de un derecho fundamental como la libertad se le puede dejar sin asistencia. Intentas no implicarte en el relato de la víctima, ni en el delito, sino quedarte en los detalles, en los hechos del procedimiento y dejar tus principios y tu opinión al margen”.

A llegar a la comisaría le bajan a una sala del sótano donde le traen al detenido, un hombre corpulento, extranjero. Le saluda con amabilidad, haciendo incluso el saludo covid de chocar los codos, y empieza a contarle los cargos contra él, hablándole muy lento porque entiende poco español y a muy poca distancia para que no escuchen los agentes. Al oír que le acusan de haber abusado sexualmente de la hija de su pareja desde que tenía 11 hasta los 14 años el  hombre muestra sorpresa y niega rotundamente los hechos. Le leen sus derechos y cuando le preguntan si va a declarar o facilitar pruebas biológicas, el hombre le pregunta con la mirada a su letrada, antes de decir que no.

Cuando se está despidiendo del detenido, tranquilizándole y explicándole que se quedará detenido hasta el día siguiente, le avisan de que ha llegado otro abogado para el mismo cliente. Se trata de un letrado privado, que ha sido llamado por la pareja del detenido -y madre de la víctima-  para que se haga cargo del asunto. “Desgraciadamente esto es bastante habitual, se piensan que los de oficio nos les vamos a atender igual y llaman a uno privado”, cuenta Cepeda.

Dos horas y media y un viaje a Aluche en coche en balde. Como esta asistencia iba incluida en la guardia no recibirá nada por ella. La retribución de todas las actuaciones que los abogados del turno realizan por imperativo legal es una de las reclamaciones tradicionales de la Abogacía. Otra, la actualización de las retribuciones.

Son las 11 y media de la mañana, el sol abrasa ya en Madrid, y la letrada se ha quedado de nuevo con cuatro clientes. Cuando llaman al Colegio de Madrid a notificar que le han solicitado la venia y ha traspasado el caso, le informan de que tiene que asistir en una declaración por videoconferencia de una mujer acusada de estafa por Internet. Corriendo a los juzgados de Plaza de Castilla, donde deberían de estar llegando también los detenidos de la noche anterior.

En aquel edificio inmenso le tocará ir de una planta a otra . Se enterará de que la declaración de la presunta estafadora se posterga dos días. Aun así, accede a seguir personada en esa causa y sigue buscando a sus detenidos que todavía no han llegado a los juzgados. “Este es el pan nuestro de cada día”, cuenta.  Varias horas después conseguirá que le digan que finalmente los cuatro detenidos pasarán a disposición judicial al día siguiente. Una guardia de 24 horas que se prolonga más de 48. Todos son desempleados así que probablemente les concederán el beneficio de la justicia gratuita y Leticia seguirá asistiéndoles en todo el procedimiento, que puede prolongarse varios años hasta que haya sentencia. Por cada uno de ellos cobrará 360 euros. Brutos.

¿Compensa? Ella lo tiene claro: “Esto es vocacional. Yo disfruto un montón, me encantan las guardias de penal y por eso me compensa estar en el turno. Hay que tratarlo con cariño, de lo contrario, mejor no estar, al fin y al cabo trabajas con la libertad de las personas y con eso no se puede jugar”.  Como ella deben de pensarlo muchos: uno de cada tres abogados colegiados en España están inscritos en el turno de oficio (45.000).




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