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La dimisión de la Presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, está siendo analizada desde muy distintos puntos de vista, empezando por el obvio del momento elegido y del mensaje lanzado al Presidente de su partido. Aquí el que me interesa tratar es el que ella misma ha elegido a la hora de presentarla: se trata de asumir responsabilidades políticas por los escándalos de corrupción del PP de Madrid, empezando por el hecho notable de que quien fuera su mano derecha tanto en el partido como en el Gobierno regional, Francisco Granados, se encuentra en prisión desde abril de 2014 y terminando por el registro de la Guardia Civil de la sede del PP regional el jueves pasado.

A mi juicio esta asunción de responsabilidades políticas por culpa “in vigilando” (hablando en plata por no enterarse de lo que estaba pasando bajo su liderazgo o/y no ponerle fin) responde al cambio político que estamos viviendo en España, lo que algunos denominan el fin del “régimen” de la Transición.  O dicho de otra manera, responde a que estamos alcanzando los niveles de exigencia propios de una democracia madura o de mayor calidad,  donde ya no es posible confundir las responsabilidades políticas con las penales (como todavía hizo Mariano Rajoy en su memorable comparecencia en el Congreso de agosto de 2013 tras sus SMS de apoyo a su tesorero Luis Bárcenas) ni es posible invocar la presunción de inocencia para zafarse de los escándalos de financiación ilegal, “mordidas”, compraventa de favores públicos, etc, etc que afectan a un partido político.  La responsabilidad jurídica –y no digamos ya la penal es una cosa, la responsabilidad política es otra. La primera tarda en llegar, si llega, y viene de la mano de los Tribunales de Justicia; la segunda debe de llegar voluntaria e inmediatamente. No se trata de exigir de la noche a la mañana que nuestros políticos dimitan por pagar un Toblerone con la tarjeta del Ministerio (caso real de una Ministra sueca) pero entre ese nivel de exigencia y la ausencia total de responsabilidad aunque registren varias veces la sede de tu partido, pagues en B las obras para arreglarla, encarcelen a tu tesorero o sorprendan a algunos empresarios pagando a cambio de adjudicaciones –por poner los primeros ejemplos que me vienen a la cabeza- hay un amplio margen.

En definitiva, los líderes políticos aunque “no se hayan llevado ni un euro” -por utilizar la misma expresión de Esperanza Aguirre- sencillamente tienen que responder ante su electorado de la corrupción en sus filas, máxime cuando esta corrupción está extendida y no afecta a unas pocas manzanas podridas, sino a todo el cesto. Por haber elegido mal, por haber mirado para otra parte, por haber consentido, por haber hecho oídos sordos a las denuncias que siempre suelen acabar llegando, por haber preferido, en definitiva, los votos a la decencia.

Porque efectivamente conviene recordar que una financiación irregular, o una Administración clientelar o corrupta hasta hace unos meses proporcionaba muchos votos en España. Cuando ahora vemos espantados los videos de los mítines del PP donde el todavía Presidente del Gobierno en funciones proclamaba su afecto en público a un personaje como Alfonso Rus (sorprendido contando billetes en un coche) o a Rita Barberá, hoy parapetada en su casa, hay que recordar que había muchos españoles que votaban estos políticos y este tipo de política.

Por eso hay que ser conscientes de que juzgar el pasado con los ojos del presente no deja de ser un ejercicio de cierto riesgo, en la medida en que también nos juzgamos a nosotros mismos. Basta con repasar periódicos de otras décadas para darnos cuenta de que el tiempo no perdona. Pero no nos queda otro remedio que hacerlo, al menos si aspiramos a progresar en nuestra vida pública. Lo que hasta hace relativamente poco se consentía y hasta se aplaudía (ahí están los fastos del PP de Valencia y su otrora intocable alcaldesa) ahora disgusta y mueve al reproche o a la condena.  En ese sentido, el gesto de Esperanza Aguirre sin duda revela que, a diferencia de otros políticos de su partido, ella sí ha entendido el mensaje, aunque haya tardado lo suyo. 




Comentarios

  1. Ignacio del Cuvillo

    Me admira tu claridad de ideas y tu acierto en el diagnóstico de las situaciones. Aquí has puesto el punto sobre la i al distinguir responsabilidad penal de la política. Lo que ocurre es que aun falta por definir una ética de los colectivos, entre ellos y sobre todos los Partidos. Gracias y sigue adelante.

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