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GIJON

¡¡¡Vivos!!! ¡¡¡Los muertos os llaman!!!

Es para deciros que esta mañana todos los muertos nos despertamos sobresaltados por unas estruendosas carcajadas que procedían de la puerta del cementerio. Curiosos como somos, nos acercamos y pudimos contemplar como dos muertos que estaban entrando en el cementerio y la muerte que los abrazaba, se desternillaban de risa. Incluso a la Eternidad, siempre seria, se le escaparon dos risas que hicieron resonar hasta a las tumbas más alejadas de la entrada, despertando a los pocos muertos que todavía seguían durmiendo.

Una vez que la cosa se serenó y la muerte regresó, sin poder dejar de reír, al mundo de los vivos, los dos muertos recién llegados, ya instalados en sus cómodas tumbas, nos contaron el motivo de aquel jolgorio.

Resulta que los dos muertos habían sido vecinos de un pueblo llamado Gijón (dicen que está al norte...), en el que se habían producido en los últimos años de su vida acontecimientos dignos de figurar en la historia (prometieron que nos los contarían), pero el vivido en los últimos días de su vida, no sólo les había alegrado a ellos su muerte, sino que había provocado que sus familiares no hubieran podido dejar de reír durante sus funerales y entierros.

El caso es que en un pequeño cabo de la costa gijonesa, al lado del puerto, se había construido hacía unos años unos enormes tanques para usar como “regasificadora”, por empeño de los políticos regionales y de la empresa gasística, aunque los habitantes de Gijón, y especialmente los del poblado situado a menos de cien metros del artefacto, hubieran advertido, protestado y denunciado el grave peligro que el almacenamiento de un gas tan peligroso podía suponer para sus vidas, alegando además que la ley estatal vigente prohibía albergar una instalación de este tipo a menos de 2.000 metros de cualquier núcleo de población.

Los políticos regionales se dijeron que, ya que la ley estatal lo prohíbía, hagamos una ley regional que quite tal prohibición, y ni cortos ni perezosos, en su chiringuito legislativo, inventaron una disposición, añadiéndola a otra ley, en la que se decía que en aquel territorio la ley estatal no se aplicaba, por lo que le dieron la licencia a tal engendro gasístico.

Pero los vecinos fueron a los tribunales y el Supremo les dio la razón y declaró ilegal aquella construcción ya que se había iniciado antes del cambio legislativo regional, por lo que pidieron su derribo.

Y, aquí está el motivo del jolgorio, los políticos locales al ver la sentencia, han dicho que, de derribar nada, que lo que se debe hacer es que la empresa gasística vuelva a pedir la licencia y como ahora ya existe la ley regional que acabó con la prohibición de la ley nacional, ya se puede legalizar la instalación del gas, aunque esté casi puerta con puerta con las viviendas de los vecinos del pueblo.

Y ante semejante ocurrencia, los gijoneses que son muy cachondos, comenzaron a carcajearse en todos los chigres, y después en las calles, y después en las casas…, y en estas risas estaban los dos muertos, cuando la muerte llegó para abrazarlos, y al saber el motivo de tal estruendo, la propia muerte comenzó a reír sin pausa

Y así, en este plan, se iniciaron los responsos fúnebres, los funerales (hasta el cura tuvo que pedir perdón al Altísimo por reírse tanto en unos funerales), y se hicieron los cortejos por las calles de Gijón, y más que funerales parecía que el Sporting había quedado campeón de liga… Y así hasta el cementerio…

Puedo decir que el jolgorio en el cementerio duró todo el día y hasta bien entrada la madrugada, cuando la Eternidad nos pidió, entre risas disimuladas, que nos fuéramos cada uno a nuestra tumba.

Porque, no digan que no es delirante, los políticos asturianos niegan las leyes del Universo, que establecen que el gas tiene peligro, es inflamable, explosiona…, y que es necesario situarlo lejos de las poblaciones como mandaba la ley estatal. Con decir que esta ya no se aplica en su territorio, ¡ale!, ya se pueden instalar y legalizar los tanques de gas en los patios de luces de los edificios y en las huertas en medio de las cuadras, porque, como lo han ordenado ellos, en Gijón el gas debe cumplir su ley, y debe entender que no se puede escapar, y ni muchísimo menos… ¡explosionar! ¡Que para eso son diputados!




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