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Se trataba de un asunto complicado. No por su dificultad técnica, sino por el monumental lio que necesariamente debía desliarse para establecer los hechos probados. La actora era una empleada de la limpieza, en la que concurría un espectacular embrollo de subrogaciones de su contrato de trabajo, solapado además con la prestación de servicios para varias empleadoras de forma simultánea entre ellas: Un par de horas con ésta, otra horilla (si, con hache…) con otra y un larguísimo etcétera. El pleito iba de a quien le tocaba pagar lo que reclamaba la demandante. Y que tocaba pagar era lo único que estaba claro.

La parte actora, por otro lado, no era capaz de identificar quien era quien y a título de qué se le traía al pleito. Demandó a todo lo que se movía, por si las moscas. La excusa del compañero contrario para justificar esta falta de precisión, era que la actora era extranjera, que no era capaz de aportarle prácticamente ningún documento y que además, no había forma de comunicarse con ella por dificultades con el idioma. Y realmente era así. Bastó ver a la actora el día del juicio.

Veníamos ya de un par de suspensiones, para ampliar y aclarar la demanda. Y se planteaba una nueva posibilidad de suspensión, para nuevas aclaraciones/precisiones. Finalmente SSª, una joven jueza de la última hornada, decidió que se celebraba el juicio con lo que teníamos. Que ya no se suspendía más. Cada una de las partes presentes (hubo unas cuantas ausentes, que probablemente eran las que tenían más números para tener que pagar…), hicimos nuestra defensa y casi todos acabamos pidiendo la absolución de nuestros respectivos defendidos, pero coincidiendo en que quedaban muchas cosas por aclarar.

SSª, dictó el visto para sentencia y otra compañera y yo nos rezagamos un poco al salir de la Sala quedándonos solos con la jueza. Ésta no tardó un segundo en decir, medio en serio, medio en broma que entre todos, le habíamos dado ya las vacaciones. Y razón no le faltaba, porque encima de la mesa le quedó un marrón considerable para ordenar y clasificar contratos, subrogaciones, solapamientos, fechas y cifras.

Y si, estas cosas son las que les toca hacer a veces a los buenos jueces que afortunadamente aún tenemos entre nosotros: Sacrificar días de vacaciones y de lo que haga falta, para tratar de hacer realidad lo de la tutela judicial efectiva. Parece un mal endémico de todos los que utilizamos la toga. Porque a todos nos toca, tarde o temprano, sacrificar días y horas de nuestra vida personal para atender a los justiciables y garantizar como buenamente podemos que se haga la mejor justicia posible.

No sé al resto del mundo, pero a mí, por fastidioso que sea en muchas ocasiones, no me importa, como a SSª, poner de mi parte y a mi cuenta. Lo que defendemos y representamos está muy por encima de un par de días de vacaciones. Llamadnos gilipuertas, pero somos así. Bienvenida al club, Señoría.




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