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Fiel a mi vieja costumbre de hacer las cosas al revés del mundo, me pasé la Semana Santa trabajando y cuando ya todo el mundo había vuelto de esos días de asueto, me tomé yo unos días libres abusando del magnífico equipo que tenemos en el despacho y al que nunca podré agradecer suficientemente lo mucho que me cuidan y miman últimamente. Por eso el viernes pasado, no lancé mi habitual post. Porque estaba haciendo el turista por la isla de Malta.

Y ya que estaba por allí, aproveché para hacer un poco de culturilla que siempre viene bien. Cuenta la historia que el Emperador Carlos V cedió la soberanía de la isla en 1530 a la Orden de San Juan de Jerusalén, a condición de que anualmente le entregasen cada año por Todos los Santos y como tributo, un halcón. Los Caballeros en cuestión, cumplieron escrupulosamente esta obligación hasta que fueron expulsados de la isla por las tropas de Napoleón ya en 1798.

A partir de entonces, parece que se acabó la historia del halcón maltés. Y lo cierto es que en todo el viaje, sólo pude ver a uno de ellos, esclavizado por los humanos a ser reclamo de turistas para sacarse una foto con el alado a cambio de unas monedas. Para el humano, claro.
A falta de halcones pues, lo que si pude ver es la imagen que adjunto. Y no, no era un pájaro, ni un avión. El personaje, inconfundiblemente, era un abogado. Un abogado maltés. Su figura y atuendo lo delataban sin ningún género de dudas (le he borrado la cara por la cosa del respeto a su imagen…). El compañero estaba ahí de pie, pegado a una vetusta cartera de las de antes, en la escalinata del Palacio de Justicia. Claramente, no iba con él la espectacular vorágine de toda una legión de turistas recién desembarcada de uno de estos cruceros masificados que de golpe y todos a la vez, convierten en irrespirable un lugar encantador. El abogado maltés, hacia lo mismo que hacemos muchas veces la mayoría de nosotros: Esperar al cliente, a un contrario o vaya Vd. a saber que eso de la Justicia pasa por la paciencia y por la presencia. Esa que ya no tienen los halcones en Malta, pero que siguen teniendo nuestros colegas después de sobrevivir a las tropas napoleónicas, a la colonización británica y a la segunda guerra mundial. Somos un colectivo incombustible. Nada ni nadie ha podido nunca con nosotros. Que lo tengamos claro.




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