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6:30 horas de la mañana. Suena el despertador. Me levanto de la cama con solo un ojo abierto. El otro, tras un intento fallido de declararse en huelga, se abrió cosa de un cuarto de hora después. Me acicalo, engullo tres o cuatro galletas mezcladas con un café muy largo y la medicación de la mañana. Me bajo al parking, cojo el coche y tras unos ciento y pico kilómetros de marcha, llego al edificio de los Juzgados donde tenía que celebrar un par de juicios. Uno a las 9:30 horas y el otro a eso de las 10:45 horas.

Llega la hora del primero y parecía que iba a entrar pronto y a salir casi que antes. Pero no. Ningún movimiento hasta las 10:15 horas. No puedo evitar empezar a sufrir por llegar tarde al de las 10:45 que se celebra en el Juzgado vecino. Solo me consuela ver que allí también llevan retraso.

Por fin, me dispongo a entrar en Sala y me dicen que no, que SSª ha acordado cambiar el orden de los juicios y que ya nos avisarán cuando nos toque. Explico que tengo otro y que igual cuando me llaman estoy allí. Me dicen que vale, que esté tranquilo que me van a esperar. Un poco más aliviado, cruzo unas poquísimas palabras con el contrario. Es un extraño personaje que circula detrás de la inmensa mascarilla que precede su presencia. Corte de pelo a lo fraile franciscano y pantalones raídos que le venían por encima de los tobillos, dejando entrever unos calcetines que se adivinaban más bien malolientes. Hacia pinta de estar pasando un mal momento. Suelta unos cuantos improperios contra el Juzgado por no respetar el horario y me informa de que la actora es su mujer. Mala espina pues, porque se adivina que habrá más pasión que racionalidad.

Sobre las 11:30, celebro el de las 10:45 en el otro Juzgado. La actora desiste. En el otro lado han seguido pasando otros juicios dejándonos al franciscano y a mi fuera. Son casi las 12 y decido quejarme más en serio. El Auxilio Judicial me dice que vaya a hablar con la LAJ. Y lo que explica me deja atónito. El Colegio de Abogados les había enviado un comunicado advirtiendo de que el supuesto letrado contrario, estaba sancionado y no podía ejercer. La cosa iba pues de que él insistía en entrar en Sala y subir al estrado y no había manera, de hacerle ver que no podía ser. Así que intuyo que la estrategia del Juzgado era la del desgaste: Tenerle allí toda la mañana hasta que cediera.

Pero la estrategia resultó fallida, porque este hombre estaba allí más como marido que como profesional y aquí no valen las razones porque imperan las pasiones. Y así fue. Finalmente ya a las 14:30 horas, la LAJ decidió decretar la suspensión del juicio para oficiar al Colegio de Abogados para que confirmasen si el colegiado en cuestión seguía o no sancionado.

Total que entre que se redacta la Diligencia y me la notifican, salgo del Juzgado y de vacío a las 14:55 horas. Me quedaban aún unos ciento y pico kilómetros para regresar al despacho y sin comer ni casi desayunar.
Es lo que se conoce como hacer pagar a justos por pecadores.




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