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Ciudad de la Justicia de Barcelona. Poco antes de las 9 horas de la mañana. Un personaje encorbatado con una pesada y voluminosa mochila a la espalda circula entre los espectaculares edificios del equipamiento judicial. Otras personas deambulan también por el lugar en todas direcciones. Una de ellas, lo hace de forma dubitativa, consultando un pedazo de papel y dando pasos sin demasiado sentido. Se cruza constantemente con los que van y los que vienen, pero elige al de la corbata para pararlo y exhibirle el papel donde figura malamente anotado “Juzgado de Instrucción nº 1, Gava”. Señala con el dedo el órgano judicial y le pide que si sabe donde está.

El de la corbata le explica que se ha confundido o que lo han orientado mal. Que esto es la sede de los Juzgados de Barcelona y L’Hospitalet de Llobregat. Que Gavá está en otro municipio y que le parece que por allí cerca pasan unos autobuses que van hacia allí, pero que tampoco está muy seguro, pero que intente acercarse y pregunte al conductor. El interpelante, entra en pánico y se va corriendo: Estaba citado a las 9:30 horas.

Ciudad de la Justicia de Barcelona, el mismo día, sobre las 13:30 horas y ya con la mochila un poco más ligera. El encorbatado vuelve a circular entre los imponentes edificios. Lo hacen también otros ciudadanos. Pero de nuevo, una de ellos, en este caso una señora madura decide dirigírsele para explicarle que acaba de hacer una gestión en el Edificio C y que ahora tiene que volver a Sabadell. Que ha llegado aquí y ahora no sabe volver. En este caso, exhibe al de la corbata un billete de tren de la Renfe de ida y vuelta, como queriendo indicar que tiene que volver con la Renfe para aprovechar la vuelta.

El encorbatado suspira y asume la responsabilidad de montarle el itinerario. Le explica que quizá lo mejor es que coja el metro Línea 1(la roja), que baje en la estación de Sants y allí enlace con el ferrocarril y aprovecha para indicarle que si hubiese venido con los Ferrocarriles de la Generalitat, tenía una estación mucho más cercana en la misma Gran Vía, solo que un poco más allá. La señora lo agradece y se va a coger el metro diciendo que intentará recordarlo para la próxima vez.

Como habréis podido deducir, el encorbatado puedo ser yo o cualquier otro colega de aspecto parecido. Y si, es que por nuestro solo aspecto, la gente piensa que también podemos ayudarles en estos menesteres. Este es, sin duda, un aspecto más de la función social del ejercicio de la abogacía. También servimos a nuestros conciudadanos como cicerones. Y desinteresadamente, que ya vale con esto de que solo vamos de cara a la minuta.




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