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Desde que se reformó ya en el año 2015 el Código Penal, el concepto de “compliance” es una palabra muy sonada en todas las empresas.

No obstante, ¿qué entendemos por compliance? ¿Es un conjunto de palabras bonitas, o hay alguien que realmente lo aplique materialmente?

Erróneamente se suele mal entender que “compliance” se refiere al cumplimiento normativo. No obstante, el cumplimiento de la legislación por parte de las empresas es una parte (aunque fundamental) del Compliance, pero no es la única.

Qué es el compliance

A pesar de que no tenemos una definición exacta de Compliance, sí podemos referirnos a él como la función que busca, mediante la implementación de un “Plan Compliance”, el futuro y buen porvenir de una empresa. Por ello, no es de extrañar que el área de Compliance venga ligada al departamento legal, aunque también tiene connotaciones y debe tener canal directo con el departamento de riesgos.

El Compliance por tanto es el departamento que tiene como función principal buscar el cumplimiento de las obligaciones de las empresas, tanto aquellas que son determinadas por la legislación, como también por aquellas obligaciones –implícitas o explícitas- que la misma empresa ha establecido como filosofía o misión.

Dicho lo anterior, que no deja de ser una pincelada muy escasa de todo lo que supone el Compliance, y dejando de lado sus interesantes orígenes anglosajones, sí me gustaría referirme a un pilar fundamental del Compliance y que es la ética empresarial.

Compliance y ética empresarial

La cultura ética empresarial podríamos definirla como el conjunto de normas que establece la misma empresa para su organización y relación entre sus agentes y empleados. Esta normativa no es de obligatorio cumplimiento, aunque sí es básica para así poder evitar posibles situaciones de riesgo para las empresas.

La ética empresaria es muy difícil de construir, y muy fácil de destruir. Y ahora entenderemos el porqué.

Existe una figura que aún en nuestro país no se conoce ni el nombre, y que son los chieff office happines. Y no, no nos referimos a fomentar una cultura de empleados felices en la oficina, atrayéndolos mediante merienda, cerveza gratis o salas de juego para poder hacer un brake.

La cultura ética de responsabilidad corporativa sigue siendo la asignatura pendiente de la mayoría de las empresas. No porque no lo apliquen, sino porque su práctica y objetivos resultan muy difícil de alinear.

Y ello por una simple razón: la propia naturaleza del comportamiento no ético.

Las exigencias de % en la venta a final de mes en un mercado global cada vez más competitivo o la falta de comunicación vertical en las empresas son puntos contraproducentes para poder lograr una ética empresarial mínima.

Las tres capas de la ética empresarial

La cultura ética empresarial se puede distinguir en tres capas, que no dejan de ser tres ámbitos donde podemos ver esta ética y aplicarla.

En primer lugar, las oficinas y la organización y costumbres de la empresa. Esta es la parte más “fácil”, pues comprende toda la oficina desde el punto de vista más estético y físico hasta la forma de vestir de los empleados. No es lo mismo una empresa donde los empleados/as van con traje, que una empresa donde los empleados pueden ir con chanclas y pantalones cortos.

En un segundo lugar o capa está el modus operandi de la empresa, las creencias y valores que tiene la misma. Aquí se incluyen las percepciones que tiene el empleado sobre la empresa. Cada sociedad tiene las suyas en relación al objetivo, producto, servicio y mercado. No es lo mismo una multinacional que opera en medio mundo, que no una pequeña empresa que solo opera a nivel local en el país de su domicilio.

Y en tercer lugar, tenemos la capa relativa a las suposiciones y subyacentes de una organización. Esta es la capa que crea más conflicto, normalmente, relacionada con la segunda capa.

En esta tercera capa es donde se mezcla la teoría que predica la empresa, con luego la práctica. El ejemplo más claro: un directivo o CEO que se dedica a fomentar la transparencia en la organización, pero luego fomenta una promoción opaca que supondrá simplemente una decisión políticamente correcta.

Todos estos hechos serán observados e interiorizados por un empleado, lo que ayudará a definir la “creencia” sobre la empresa. Y ello lo harán de manera consciente o inconsciente, y por esta razón, es un elemento que debe tenerse en cuenta para la creación de una ética empresarial.

En fin, la construcción de una ética empresarial es altamente complejo, ya que se integra de elementos, hechos y creencias de los que en muchas ocasiones, no se ha tomado plena consciencia. Las empresas son corruptas/corruptibles por naturaleza. Debe partirse de esta premisa, y cuando se haya interiorizado y aceptado, empezar a construir una ética empresarial acorde a la organización.

Entre los elementos para la definición de una ética empresarial tenemos los incentivos, la diversidad, los canales de denuncia,  y sobre todo, definir bien los roles de los agentes y empleados, y también poner acento a la relación y comunicación –vertical y horizontal- entre departamentos, equipos de trabajo y Dirección.

Un paso más allá: las nuevas tecnologías y la robótica

Las nuevas tecnologías nos hacen la vida cada vez más fácil, tanto en el ámbito personal como también en el ámbito profesional. Ahora vamos a un aeropuerto y en lugar de tener a dos personas informando sobre no incluir líquidos en el equipaje de mano, ahora es un robot en forma de persona proyectado, que, de forma continuada, ni descansos ni sueldo periódico, hace el mismo trabajo.

Pero no todo son flores.

¿Alguien se ha puesto a pensar que quizás las nuevas tecnologías nos harán la vida tan fácil que no vamos a tener que trabajar porque nuestra labor será sustituida por un robot? Para nadie es una sorpresa poder afirmar que las nuevas tecnologías fomentan en el empleo, pero quizás deberíamos analizar cuántos destruye a su paso. Hoy por hoy, el coste de poder tener una determinada máquina robótica es muy elevado, pero esto, según los principios básicos de económica, se espera que cambie con el tiempo, en el que la competencia aumentará, los algoritmos se perfeccionaran y los costes descenderán. Y entonces más empresas podrán “emplear” robots, con la particularidad y diferencia respecto los humanos, que los primeros no se equivocan.

A lo anterior se le añaden otros elementos que no debemos subestimar: por un lado, la incipiente crisis económica que todavía soportamos y que según datos económicos no llegaremos a sobrepasar hasta, al menos, el año 2023 (y por tanto, empobrecimiento de la población, o como han calificado los alemanes, una devaluación interna); y el aumento de la población y la esperanza de vida, por otro lado.

Y el mix de todo lo anterior nos lleva a un panorama bastante negro y en el que se necesita pensar en un remedio útil, pronto.

Parece que economistas como Niño-Becerra ya se han planteado estas opciones, ¡e incluso han aportado propuestas de solución! Según el profesor, una solución irremediable será instaurar una política de “pensión mínima” que el Estado deberá de pagar a cadauno de ciudadanos, quienes además disfrutaran de un plan social de actividades en forma de centros comerciales. 

Desde luego que dependerá de cada ámbito y área profesional, pero parece que poco a poco los robots se están haciendo un hueco tan grande que incluso Hacienda tiene en mente de qué forma pueden cotizar a la seguridad social.

Yo no me imagino un abogado robot analizando y defendiendo las particularidades de un caso de principio a fin. Pero quien sabe.

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