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 “A las cinco de la tarde. Eran las cinco en punto de la tarde.” Lorca lloraba a su amigo Ignacio muerto dos días después tras la cornada de Granadino, dicen que un manso astifino.

A las cinco de la tarde, minuto arriba, minuto abajo, sonó el teléfono. – Buenas tardes, ¿señor Prieto?; - Si soy yo; - Policía Nacional. A las nueve y media del día siguiente tres hombres entraban cruzaban la puerta de la Comisaría, dos abogados y un cliente. Este hombre sin domicilio fijo desde el día que un auto judicial, esa mañana sin vigencia alguna, asignó a la esposa por treinta días el uso de la vivienda familiar y la custodia de los hijos. Violencia de género. Totalmente cierto: violencia legal de género.

Una mera denuncia, - me ha amenazado, me va a quitar a los hijos, … y el protocolo de violencia de género – recoge la posibilidad de una casa de acogida a la mujer – se cumplió. El hombre acogido unos días en Cruz Roja; otros por conocidos un día aquí, otro allí. Las medidas civiles de uso de la vivienda, custodia de los hijos, etc… ya no están en vigor; podrían haberse prorrogado por otros treinta días de haber interpuesto la “victima” una demanda de separación o divorcio. Pero no lo ha hecho.

Se han pedido al Juzgado las medidas provisionales para revertir esa situación, para que el hombre pueda vivir en su casa y convivir con sus hijos - habiendo casas de acogida para las mujeres, nada dispone la ley para el hombre despojado-, y el protocolo se ha cumplido: por sus trámites, cuando toque. En vigor queda una medida de alejamiento hasta el momento de la existencia de una sentencia; y cuando la ley le permite vivir en su casa, se ha aconsejado al hombre mantenerse lejos de ella, aguantarse sin ver a sus hijos, pues al no existir cobertura legal por falta de vigencia de las medidas civiles, ya no cabe las visitas de sábados y lunes a los hijos en una vivienda tutelada.

Primer tercio. - Su cliente queda detenido por quebrantamiento de medida cautelar; - de acuerdo, pero díganos que se le acusa; - de quebrantamiento de medida cautelar; - eso ya nos lo ha dicho, ¿en concreto?, ¿podría darnos copia de la denuncia?, disculpe, es extranjero, habla y comprende mal el español, es preciso un traductor. Se nos dice: Habría enviado unos mensajes telefónicos y telefoneado a su esposa, y lo tiene prohibido. Se procede a localizar a un traductor.

El hombre queda en los calabozos de la Policía Nacional, los abogados van al Juzgado; se indica al funcionario la necesidad de un traductor, y este les comunica la hora prevista para la declaración, un rato después, de la esposa. Y se recibe copia de la denuncia, y se lee, y la vergüenza ajena toma cuerpo.

Segundo tercio. “Que en este acto (cuando ponía la denuncia) se ha entrevistado previamente vía telefónica con su abogado particular xxxxxx, en el uso de sus derechos”.

El marido habría presentado sin su consentimiento, “en su nombre” la declaración del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas del año anterior, cuando no había conflicto.

Días atrás, desde el teléfono móvil el esposo habría enviado dos mensajes – fotografía de felicitación, video de un hijo-, y aporta las capturas fotográfica de la pantalla del teléfono (las envía tras la denuncia a la Policía por correo electrónico); el día anterior habría recibido cinco llamadas telefónicas de su esposo desde un teléfono cuyo número comienza por 91 (Madrid), la última a eso de las 13:40, y después este a las 14:15 cuando ella estaba recogiendo a los niños a la puerta del colegio, su marido ha pasado por la acera sin decirle nada y sin pararse al verla.

Pero mire usted por donde, la fotografía de la pantalla del teléfono de la señora recoge dos números de teléfono, el del teléfono emisor y el del teléfono receptor. El emisor corresponde al de nuestro cliente, el receptor no se corresponde con el de la señora.

Entre las llamadas telefónicas desde un número fijo de Madrid (confirmado por la Policía) y la presencia del cliente en Salamanca, habrían pasado unos cuarenta minutos. Digno de estudio científico, pues se acerca mucho a eso de la ubicuidad, estar en dos sitios distintos a la vez.

Y comienza la declaración de la señora en el Juzgado. Había recibido los mensajes remitidos por su marido, pero no conoce el número de teléfono de recepción al que van dirigidos cuando debería ser el suyo. Reconoce el número de Madrid porque hace tiempo una vez el marido, en vez de utilizar el móvil, la llamó desde ese teléfono (memoria de elefante). El marido habría pasado por la avenida en la que se ubica el colegio de los niños a la hora de salida de estos, pero habría pasado conduciendo – como cualquier otro conductor- su automóvil. El marido ve los estados de esta señora en sus redes sociales, “que tiene mucho miedo porque estos meses estaba olvidando lo que había pasado con él”. Pero no tiene justificación para haber aportado un pantallazo de su teléfono móvil en el que como receptor del mensaje aparece un número distinto al suyo. – Señoría, se pide la triangulación de los teléfonos de ambas partes para conocer donde estaban estos aparatos en los momentos y días recogidos en la denuncia, - Solicítelo por escrito. Se concluye la declaración de la “victima” (si, entre comillas).

Abogados a la Comisaría. El traductor ya ha llegado, ha recorrido noventa kilómetros. Se le indica el motivo de su presencia y los hechos. Se le presenta al cliente y hablan. Se acoge a su derecho a declarar ante el Juez. Se concluye el segundo tercio. El traductor marcha al Juzgado, cliente y abogados en Comisaría, a la espera de la vista judicial a celebrarse por teleconferencia.

Tercer tercio. El cliente responde únicamente a las preguntas del juez. Niega los hechos. Auto de libertad. El traductor regresa a su ciudad de origen. Cliente y abogados salen de la Comisaría cuando ya el hambre hace acto de presencia. Y todo esto, ¿cuánto ha costado?

Del toro manso líbreme Dios, que del bravo me libro yo. Las opiniones relacionadas con los distintos estilos del ejercicio de una profesión carecen de validez alguna; ya se sabe, cada maestrillo tiene su librillo. Pero así, así no. Lorca lloró a su amigo; yo, ya no tengo lágrimas para llorar por la Justicia española; a la vista de todos, de forma políticamente correcta, mansa y astifina como aquel toro, mirando hacia otro lado, permitimos la gangrena que la está matando.




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