lawandtrends.com

LawAndTrends



En el ajetreo matinal nos encontramos camino de los juzgados; nos colegiamos con poca diferencia temporal y nos conocemos desde entonces, si bien, no somos amigos, el uno para el otro somos de fiar. Dice seguir mi actividad de divulgador jurídico y, como habla con conocimiento de causa, he de creerle. Comenta observar dureza en mis escritos, dureza con los profesionales del mundo del Derecho y, un punto de resentimiento. Llegamos a nuestro destino y la conversación quedó inconclusa.

Empecemos por el principio, por la edad temprana, que no la juventud. A lo largo de los años de estudio pude conocer, hablando con unos y con otros, hablando con unas y con otras, las aspiraciones a futuro de aquellas jóvenes almas. Había quien aborrecía la posibilidad de opositar, no importaba a qué; había quien encontraba en la oposición, no importaba a qué, una salida económica, al margen de la profesión concreta. Los menos, tenían su futuro en los entornos industriales o profesionales de sus familias. Y con los dedos de una mano se contaban quienes tenían una vocación definida.

Se acabaron los estudios y empezó el baile con la realidad; los hombres no excedentes de cupo, nos diseminamos por la geografía nacional; algunas mujeres iniciaron la dudosa ruta del ejercicio libre, algunas otras se encerraron monacalmente pretendiendo aprobar sus oposiciones, pocas iniciaron su actividad en sus entornos familiares. Concluido el servicio militar, por reemplazos, unos y otros estuvimos en la tesitura de decidir y, como nuestras compañeras, esperanzados comenzamos nuestras andaduras vitales. Hubo quienes se dedicaron a la política.

En aquellos años inciertos, unos y otras fueron aprobando sus oposiciones, otras y unos, también las fueron dejando y, así, cierto y discreto número, voluntaria u obligadamente, colegiados, tratábamos dejara atrás el ser rábulas, el ser leguleyos y, ante el espejo de los grandes juristas del siglo XX, quizás, algunos soñamos llegar a ser juristas.

Pronto para todos llegó la decepción. A quienes accedieron a la Administración, mayoría, cuando pasó por ellos el rodillo de la Ley de Procedimiento Administrativo, el corsé administrativo de la función pública, perdieron la ilusión, si bien, trataban de mantener el tipo frente al mundo. 

Abogados del Estado; registros y notarías; jueces, fiscales y secretarios; inspectores de Hacienda o de Trabajo. Pronto se dieron cuenta de su privilegiada posición social; pronto aprendieron a poner distancia con el resto del mundo; su innegable vocación de servicio, para muchos y muchas, se debilitó y creyeron, siguen creyendo, esta por encima del bien y del mal. Para unos, se impuso la cuestión del dinero, par otros, el bien vivir.

Abogados; muchos fueron pasantes de auténticos sátrapas, quienes los tuvieron durante años bajo el yugo de la costosa y larga formación del abogado, y poco o nada aprendieron, salvo el engaño y las distintas formas de ocultar la pereza; pocos, tuvieron maestros decentes, quienes les guiaron en la maraña de los intereses ajenos, clientes, abogados y procuradores, jueces y funcionarios; pocos, tuvimos maestros decentes.

¿Abogados? He conocido a pocas personas cuyo trabajo se corresponda con la evocada figura de esa palabra. ¿Jueces? Pocos, muy pocos; muchos, sádicos con puñetas. ¿Notarios? La venta de la fe pública, y en alguna ocasión ejercen su función. ¿Pesimista? En absoluto; con más moral que el Alcoyano, sé, que, a lo largo de la historia de la Humanidad, esto siempre ha sido así, es así, y siempre lo será. Si bien, y desde mis imperfecciones e incapacidades, no soporto la mentira, la estafa. Esas formas aceptadas de hablar por las que “todos” los abogados, notarios, jueces y demás, cumplimos con nuestro trabajo; falso, absolutamente falso. Que una cosa es que hagamos cosas, y otra muy distinta, es que esas cosas estén bien hechas.

El ejercicio del Derecho, sea cual sea la actividad profesional, exige, partiendo de una base conceptual sólida, un permanente estudio de adaptación a las continuas modificaciones legales. Véanse escrituras públicas; relleno de formularios; véanse demandas, relleno de formularios; véanse resoluciones judiciales, mayoría, a excepción de algunos casos concretos de jueces y letrados y, de concretos magistrados del Supremo y Constitucional, mal redactadas y de mero trámite. La pereza parece haber tomado carta de naturaleza en el ámbito del Derecho.

A cada persona que ha puesto los pies en mi despacho con intención de aprender, a bocajarro le he hecho dos sencillas preguntas, ¿sabes leer? ¿sabes escribir? Y después un comentario, sólo dos personas han sabido manejar el armario de expedientes vivos, expedientes colocados por orden alfabético de los apellidos del cliente; sólo dos personas han sabido ordenar en los expedientes los documentos por orden cronológico. En general, ver a los abogados en las vistas judiciales, provoca escándalo; papel arriba, papel abajo; cara de inteligente y como de muy ocupado. En general, ver a los jueces en las vistas, deprime; que sí, que habrán echado una ojeada a los papeles ante de la vista, pero no han leído; pues cuando un juez ha leído, ha trabajado el asunto, sucede una cosa curiosa, salvo necesidad real, la vista dura poco tiempo, cortan el traje con precisión. En las puertas de las Salas de Vista de los juzgados de Conil de la Frontera, vi unos carteles, decían algo como, advertían, a las tres el edificio se cierra, y las vistas, se interrumpen y suspenden en ese momento, siguiéndose al día siguiente en el orden prefijado; aviso a los abogados “elocuentes”. Una jueza a un abogado de “Madrid” en Salamanca, “Letrado, lleva hablando x tiempo, le advierto que con mi paciencia y el artículo 24 de la Constitución, podemos estar aquí, sin movernos, hasta mañana”

He visitado muchos despachos profesionales; los de los notarios suelen exponer al público muchos libros, pero, …, pero no se han abierto; los de inspectores de Hacienda y de Trabajo, algo parecido si bien menos libros y mucha fotocopia; en los de los abogados, bien el célebre Aranzadi, bien los anaqueles semi vacíos de libros jurídicos. Claro ahora todo es digital; ¿seguro? Pues a la mayoría de los que conozco no los veo muy puestos en esto de manejar los aparatos.

Dureza. No hombre no; en la medida de mis conocimientos no admito gato por liebre. Ver el tomo de un libro, su portada y contraportada no conlleva ni su lectura ni su comprensión. Estas, conllevan tiempo y reflexión. No cabe otorgar carta de naturaleza a la pereza, y admitir en el ejercicio de las profesiones jurídicas, la sustitución de una corbata de nudo ancho, de un traje impoluto, por el estudio y la reflexión. Las profesiones jurídicas son otra cosa.  




No hay comentarios.


Hacer un comentario

He leido y acepto los términos legales y la política de privacidad