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En recientes entrevistas concedidas a medios de comunicación, y en diferentes foros, se me ha preguntado una y otra vez qué puede hacer el Colegio de Abogados de Madrid para propiciar que se avance hacia la igualdad real entre hombres y mujeres, o cuál es el sentido en 2019 de organizar una Cumbre de Mujeres Juristas, o qué clase de discriminación todavía persiste en el sector de la Abogacía y en el mundo jurídico en general, o, incluso más ilimitadamente, si yo considero que aún quedan demasiados tics machistas en la sociedad española y qué se está consiguiendo con el empleo del denominado lenguaje inclusivo.

Son todas cuestiones a las que he respondido, con distinta carga de profundidad y extensión, y que en las últimas horas he revisado casi en un acto reflejo a la luz de la muerte de una compañera muy querida, Beatriz Monasterio Chicharro. Nos deja una letrada de la que, de manera rotunda, se puede decir que fue un referente: no sólo por lo que hizo o representó sino por los momentos que le tocaron y quiso vivir.

Dedicó su dilatada trayectoria a la defensa de los derechos de las mujeres y las niñas, y a la defensa de los derechos humanos en general. Pasó por el Tribunal Tutelar de Menores, donde realizó labores de asesoramiento; colaboró en el Primer Plan de lucha contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid, en 1985; creó el Fórum Política Feminista, que surgió ese mismo año para convertir los problemas de las mujeres en cuestiones políticas.

Se volcó con nuestro Colegio. Perteneció al Turno de Violencia de Género desde su fundación e impulsó un programa de asistencia a víctimas de maltrato en el ámbito familiar, creado para que las mujeres tuvieran asesoramiento jurídico y defensa como acusación particular en los juicios de faltas por malos tratos; esto, en un momento en el que la mayoría de denuncias se tramitaban por esta vía y no era necesaria la intervención letrada.

Fue socia fundadora de la Asociación Libre de Abogadas y Abogados (ALA). Su activismo se reveló incansable hasta sus últimos días, volcándose en nuestros días en las convocatorias de las manifestaciones del 8 de marzo. Y así podríamos añadir una larga lista de hitos en su carrera, de rasgos en su carácter que hacen que hoy, compañeras y compañeros, recordemos el sendero que recorrió sabiendo, nunca mejor en el área en la que decidió ejercer, que “se hace camino al andar”. Qué duda cabe que la lucha en la que fue pionera en nuestro oficio está inacabada y cuenta con numerosas abogadas que, con energía y decisión, han tomado su testigo. Descansa en Paz.




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