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Gabriella Luccioli se convirtió en 1965 en una de las primeras juezas en Italia. Fue también una de las primeras en el Tribunal de Casación. En toda su carrera ha defendido “la igualdad en la diferencia”. Con sus sentencias, como la de la indemnización por divorcio o la del caso Englaro que estableció el derecho a la autodeterminación terapéutica de los enfermos terminales, modificó la defensa de los derechos fundamentales y el derecho de familia

¿Por qué quiso convertirse en jueza en una época en la que no había ninguna todavía en Italia?

Se permitió el acceso femenino con una ley de 1963. Yo me acababa de licenciar y acepté el reto porque era una oportunidad, una ventana que se abría inesperadamente y sentí que era mi deber intentarlo.

¿Encontró obstáculos por ser mujer?

Más que obstáculos, tanta desconfianza y sospechas de que no iba a estar a la altura. También mucho paternalismo. Éramos solo ocho juezas y estábamos repartidas por todo el país. En Roma solo estaba yo y tuve que demostrar que me merecía estar ahí, haciendo gala de una altísima profesionalidad, respondiendo a todas las exigencias y dictando sentencias impecables. Me tuve que esforzar mucho más que mis colegas hombres.

Eso fue hace más de medio siglo, ¿ha cambiado la situación?

Por una parte sí, porque ellas representan ya el 56% de la profesión y  serán cada vez más porque cada vez son más las que aprueba las oposiciones. Estamos ante una feminización de la magistratura, pero esto no excluye que  todavía no haya una representación paritaria en los cargos más altos, ellas solo representan un 23% de los puestos dirigentes. Es un porcentaje muy desequilibrado. Hay todavía un techo de cristal que hay que romper.

¿Por qué sucede esto?

Hay tantas razones, las mujeres están en condiciones de igualdad cuando hay oposiciones, pero cuando hay otro tipo elección entran en juego tantos condicionamientos culturales que penalizan a las mujeres para acceder a esos puestos más elevados.

¿Cómo cambiar la situación?

El tiempo hará que cambien las cosas, pero no podemos esperar tanto, han pasado ya demasiados años. Hace falta que las mujeres se esfuercen mucho, tengan confianza en sí mismas y sepan que solo con un empeño feroz y una profesionalidad elevadísima podrán hacer que los hombres respeten su deseo de llegar a la cima.

Usted ha sido pionera en juzgar con perspectiva de género. ¿En qué consiste?

En poner en el centro de la judicatura un punto de vista diferente que no estaba antes, el punto de vista de las mujeres, con su sensibilidad, su cultura y su lenguaje, No es una voz disonante, sino que se integra con la voz de los hombres. Esto ha tenido especial importancia en el derecho de familia, porque significa tener en cuenta a los más débiles y los sacrificios que han hecho las mujeres dentro del matrimonio.

¿De todas sus sentencias, de cual se siente más orgullosa?

La de Eluana Englaro, aquella joven que desde 1991 se encontraba en coma irreversible y su padre había solicitado la autorización para desconectarla de la respiración. Llegó a nosotros su petición y decidimos que si la persona no quiere un tratamiento tiene el derecho a solicitar su interrupción. Fue una sentencia que causó una enorme polémica en Italia y me generó muchísimas críticas.

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