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Hace unos días publicaba Gonzalo Gasteiz en la Celosía el artículo “La mayoría de la ciudadanía europea presenta un sesgo reaccionario por nostalgia del mundo anterior”. En él recogía los resultados de un estudio de la Fundación Bertelsman, llamado “El poder del pasado” (basado en los resultados de la encuesta de opinión realizada en julio de 2018 a 10.885 ciudadanos europeos).  Según el informe el 64% de los encuestados españoles sienten nostalgia, es decir que piensan que el mundo era mejor antes. Por otra parte, según el mismo estudio, jóvenes y mujeres tienen menos tendencia a la nostalgia que mayores y hombres. 

La nostalgia en sí podría no ser considerada un mal sentimiento, sin embargo, el hecho de que suele acompañarse de otros que, si lo son, como el miedo, la ansiedad y el malhumor, la convierte en algo negativo y que hay que controlar.  

El estudio me resultó muy interesante y creo que refleja el estado de ánimo en el que se encuentra actualmente gran parte del colectivo de la abogacía. La demografía de muestra que se trata de un grupo con más hombres que mujeres y más profesionales mayores, que jóvenes, es decir justamente, el perfil con más riesgo de sentir nostalgia. 

En realidad, que los abogados sintamos nostalgia del pasado es muy lógico y consecuencia de la reacción a los enormes cambios que estamos teniendo que afrontar, principalmente: reformas legislativas continuas; globalización; clientes “empoderados”; competencia creciente; digitalización y todas sus consecuencias. 

Sin embargo, que el sentimiento esté justificado no significa que sea bueno. Por el contrario, la nostalgia lleva a muchos a entrar en estados de ostracismo y desesperanza en lugar de a abrazar las palancas que permiten afrontar el futuro con éxito: la curiosidad, el espíritu innovador y la voluntad de aprender. 

De todos los retos citados anteriormente, uno de los que más importantes es de la digitalización, pues la imbricación de la tecnología en el sistema legal, en la mejora de la justicia y en el apoyo a los profesionales del Derecho, puede tener consecuencias muy positivas y sobre todo porque, queramos o no los juristas, la tecnología ha venido para quedarse.  

Hacer frente al reto de la digitalización va a exigirnos enormes esfuerzos que habrán de ir acompañados de estrategias y políticas públicas ambiciosas y acertadas. Está claro que toca redefinir las reglas y la esencia de nuestra profesión. Y para ello las principales instituciones del sector legal tienen que asumir un rol activo, vía la definición de estrategias dirigidas a la adaptación de la profesión a los nuevos tiempos, como hace el plan estratégico de la abogacía con sus 163 ambiciosas medidas o de un congreso tan volcado en la tecnología como el que se celebrará en Valladolid en 2019 (ver programa).

Pero estas iniciativas colectivas no bastan. Cada uno de nosotros tenemos que realizar un necesario ejercicio individual de autodiagnóstico y adoptar nuestro set de medidas “antinostalgia”.  De gran utilidad para ello son las lecciones que esbozaron Chan Kim y Renée W. Mauborgne, ambos profesores de la Escuela de Negocios INSEAD en su libro “Blue Ocean Strategy” (Estrategia del Océano Azul). Su tesis es que el empresario puede optar por mantenerse encorsetado en un océano rojo que representaría el mercado tradicional, con las reglas de siempre o bien abrazar la innovación, buscando cubrir nichos u oportunidades de mercado que siempre existen. A éstas las llama “océanos azules”.  En el sector de la abogacía al océano rojo lo representarían los despachos tradicionales, que ejercen la abogacía de siempre. En él las posibilidades de beneficio son pocas, la competencia enorme, la diferenciación extremadamente compleja y las posibilidades de obtener grandes beneficios, bajas o inexistentes. El océano azul en la abogacía estaría representado por los nuevos modelos de negocio de servicios jurídicos. Pensemos en operadores como Legálitas, Legaliboo, RedPoints, Reclamador, o Testamenta o en plataformas como El Abogado.  Todos ellos han cubierto necesidades que existían y que los operadores tradicionales no habían visto. Para todos estos prestadores de servicios jurídicos de distinta naturaleza, la competencia se torna irrelevante, pues son ellos quienes fijan las nuevas reglas del juego.

En el entorno actual hay aún muchos océanos azules que están esperando que alguien los descubra. No dejemos que la nostalgia inunde nuestras vidas, la edad no debe ser una limitación para abrirnos a nuevos horizontes de conocimiento y negocio. Aún hay océanos azules, ¿por qué no explorarlos? ¿a que esperas para crear tu kit de medidas anti nostalgia?  

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