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La historia de Hamás, una organización palestina que ha mantenido un conflicto continuo con Israel desde su creación, nos proporciona una valiosa lección sobre las consecuencias no deseadas de las decisiones geopolíticas impulsadas por objetivos a corto plazo. Este fenómeno, tristemente recurrente en la historia, también tiene notorios paralelismos en otros eventos pasados, como la formación de milicias afganas por parte de Estados Unidos durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética en Afganistán.

La génesis de Hamás se encuentra en la década de 1980, cuando Israel, en su esfuerzo por debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y fomentar divisiones dentro del movimiento palestino, toleró e incluso apoyó a grupos islamistas radicales en los territorios ocupados. Hamás, cuyo nombre es una abreviatura de "Movimiento de Resistencia Islámica", surgió como una entidad que fusionaba elementos religiosos y políticos. Su principal compromiso era la liberación de Palestina y la resistencia contra la ocupación israelí.

Sin embargo, lo que inicialmente fue un cálculo político estratégico pronto se convirtió en una amenaza tangible para Israel. Con el tiempo, Hamás se arraigó en la sociedad palestina, ganando un fuerte respaldo entre aquellos que veían en la organización una respuesta a la corrupción y la ineficacia de la Autoridad Palestina, dirigida por la OLP. En este proceso, Hamás pasó de ser una creación táctica a convertirse en un actor autónomo con su propia agenda y un creciente apoyo popular.

Este desarrollo paradigmático llevó a un ciclo interminable de violencia entre Israel y Hamás, con numerosos conflictos que han dejado un rastro de muerte y sufrimiento en ambos lados. Hamás, en su búsqueda de resistencia y liberación, se transformó en un monstruo incontrolable que desafía constantemente a Israel. Por su parte, las medidas de seguridad y los bloqueos impuestos por Israel han infligido un sufrimiento incalculable a la población palestina, lo que, a su vez, ha alimentado el apoyo a la organización territorial.

Este mismo patrón de "monstruos que creamos para combatir monstruos y que después se rebelan" se observa en Afganistán, donde durante la Guerra Fría, Estados Unidos proporcionó apoyo crucial a las milicias mujahidines afganas en su lucha contra la Unión Soviética. Sin embargo, tras la retirada soviética, estas milicias se dividieron y evolucionaron en grupos extremistas, como Al Qaeda y los talibanes, que posteriormente se convirtieron en amenazas globales y, en última instancia, para Estados Unidos.

La lección fundamental aquí es que las decisiones tomadas en el calor de la geopolítica y la estrategia militar deben considerar cuidadosamente las consecuencias a largo plazo. El apoyo a grupos extremistas o la creación de aliados temporales para lograr objetivos inmediatos puede desencadenar crisis prolongadas y peligrosas. En lugar de buscar soluciones a corto plazo, debemos abogar por un enfoque más sabio y sostenible que priorice la diplomacia y la resolución pacífica de conflictos, minimizando así la posibilidad de que nuestros propios "monstruos" se vuelvan en nuestra contra y amenacen la estabilidad global. Esta lección es especialmente relevante en un mundo donde la interconexión global hace que las consecuencias de nuestras acciones sean aún más impredecibles y potencialmente devastadoras.

En retrospectiva, la historia de Hamás nos recuerda que las soluciones a largo plazo deben considerar no solo las dinámicas inmediatas del conflicto, sino también cómo nuestras acciones pueden moldear el futuro. El enfoque a largo plazo debe incluir la construcción de instituciones democráticas y la promoción de la justicia y la igualdad en la región, abordando las raíces profundas del conflicto israelí-palestino. Además, las potencias globales deben ejercer su influencia de manera responsable, evitando la instrumentalización de grupos extremistas en aras de intereses temporales.

Ciertamente, la historia de Hamás es un recordatorio de que las acciones impulsadas por la conveniencia política y la estrategia a corto plazo pueden tener consecuencias profundamente negativas a largo plazo. Para evitar la creación de "monstruos" que se vuelvan en nuestra contra, debemos abogar por soluciones más sabias y sostenibles que promuevan la paz, la estabilidad y la justicia en las regiones afectadas por conflictos, evitando el cortoplacismo y pensando en el futuro, si bien esta circunstancia no justifica la violencia ejercida por Hamás, pero es cierto que Israel también tiene que examinar sus fallos y la incidencia de su papel en la historia reciente con todos los sucesos que se están observando en la Franja de Gaza, evitando que sus actuaciones para el presente momento terminen provocando más problemas de los que pretenden resolver.




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