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Esta celebración se remonta a 1911 y se limitaba, en su origen, a la reivindicación de los derechos de la mujer trabajadora. Actualmente, además de abarcar el ámbito laboral, sirve de plataforma para reclamar la ampliación de los derechos de la mujer en su desarrollo íntegro como persona y en la plena realización de su papel en sociedad.

En más de un siglo de historia las reivindicaciones han ido variando y evolucionando como lógico reflejo de los derechos conquistados y de los objetivos que aún deben alcanzarse.

Como mujer trabajadora que desarrolla su profesión en el sector legal, dejando a un lado las lógicas dificultades propias de todo desarrollo profesional, no he tenido que hacer frente a problemas derivados de discriminación por razón de mi sexo. Tengo el privilegio de trabajar en un sector en el que ha estado completamente normalizada la presencia e incluso, el protagonismo de las mujeres.

Siempre he pensado que estos ámbitos empresariales en los que se respetan los derechos de la mujer han contribuido sustancialmente a que el modelo cale en otros sectores y, en definitiva, han servido para visibilizar nuestro papel en el mercado de trabajo y normalizar nuestra presencia.

Desde luego, en casi treinta años ejerciendo como abogado, he asistido a cambios muy importantes, tanto en la sociedad española como en el propio sector de los despachos de abogados. Destaco a continuación dos de ellos:

  • Afortunadamente, nadie cuestiona ya el ascenso de las mujeres a puestos de responsabilidad, situación que se percibe como algo deseable en cualquier organización regida por estrictos criterios de meritocracia.

Ahora, a diferencia de lo que sucedía cuando empecé a trabajar, hay equipos dirigidos por mujeres de forma generalizada. La figura del referente femenino, de la que yo personalmente no pude beneficiarme, es hoy una realidad. De forma totalmente sigilosa el ejemplo cunde y, sin darnos cuenta, aspiramos a conseguir aquellos objetivos alcanzados por personas que conocemos y que trabajan en nuestro entorno.

  • Aunque queda aún camino por recorrer, la conciliación de la vida personal con la laboral ha alcanzado cotas antes inimaginables.   

El momento más importante de este proceso se produjo cuando se entendió que no solo las mujeres tenían que conciliar.

El ejercicio de una custodia compartida, tanto en el caso de cónyuges divorciados como de parejas o matrimonios que conviven en el mismo hogar, ha transformado las costumbres y horarios del trabajo. Podemos decir que, con respecto a la generación anterior, en términos generales los hombres se han reconciliado con las tareas domésticas.

Dedicamos a nuestro trabajo una buena parte de nuestro día y, en definitiva, de nuestra vida.

Para aquellos que ven en el día a día de su profesión una oportunidad única de crecer profesional y personalmente, las relaciones con otros compañeros son sin duda una parte muy valiosa de su trabajo.

Aquí es donde se crean vínculos de confianza y bienestar totalmente determinantes, no solo para el éxito de nuestra carrera, sino también para nuestra felicidad personal.

Está en nuestra mano denunciar de manera firme las desigualdades, por ocultas y veladas que parezcan, y ser al mismo tiempo un referente válido para las nuevas generaciones.

Las jóvenes abogadas de nuestras empresas deben desarrollarse en entornos motivadores, donde reciban formación y crezcan valorando a los compañeros.

Cada día cuenta en el camino hacia la igualdad y cada gesto es parte de nuestra cultura empresarial.




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