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Mira que llevo años en esto, pero nunca, al acabar el juicio y despedirme del compañero contrario, me habían dicho esto: “… ha sido un juicio elegante…”.

Mi contrario es uno de los buenos de la plaza. Sabe un rato largo de derecho y es un reconocido profesional en nuestra jurisdicción. Ambos llevamos mucho tiempo en esto, aunque la verdad es que hemos coincidido muy poco. El compañero había planteado su demanda sobre una cuestión realmente peligrosa para mi cliente, aunque por mi parte iba fuerte de prueba y honestamente creía que por ahí no me iba a pillar. Pienso que él también lo tenía claro, porque en el curso del juicio se las ingenió, con gran habilidad por cierto, para desviar la atención de la Juzgadora hacia otra cuestión (realmente no planteada en la demanda como principal), haciendo por el camino, el gesto de reconocer que la cuestión “peligrosa” realmente no daba para tanto. Por esta vía, entendí (o eso me pareció) que pretendía ganarse la credibilidad de la juzgadora y a la vez, llamar su atención sobre la otra cuestión, enfatizada sobre la marcha para darle el protagonismo que no se había planteado en la demanda, convirtiendo de este modo en principal lo que inicialmente solo era tangencial y aparentemente irrelevante.

La maniobra era habilidosa y desde luego propia de un auténtico lince de la sala. Por mi parte podía haber intentado sacarle los colores por dejar a mi cliente indefenso al poner sobre la mesa una cuestión no alegada en la demanda más que de forma casi accesoria, cambiando de este modo, los términos esenciales del debate. Pero opté por responder al envite, primero agradeciendo al compañero su honestidad al asumir que su cuestión principal no era tan trascendente como parecía y llamando la atención de SSª en el sentido de que al final se había convertido en cuestión principal, una que no había sido “especialmente enfatizada” como tal en la demanda. Nada de indefensión, de palabras fuertes, ni de discursos grandilocuentes. Sutileza al poder. Y aparentemente al menos, parece que no me ha ido tan mal. De momento, la Jueza ha acordado diligencias finales, lo que indica que por lo menos, ahora mismo está dudando. Y en este caso esto es bueno para mi cliente.

Que al salir el colega me dijese lo del juicio elegante, lo tomo, desde luego, como un elogio, pero en este caso también para él porque aún en el supuesto de que hubiese intentado hacer cierta “trampa”, ésta fue inteligentemente elaborada y magníficamente puesta en escena, con habilidad y exquisitez en las formas. Y esto también es elegancia. Esa que cada vez echamos más en falta en nuestro particular universo.




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