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Fue uno de los primeros abogados que integraron la Subcomisión de Extranjería del Consejo General de la Abogacía e impulsor de su modelo del turno de oficio. Redactó el primer informe sobre un centro de internamiento de extranjeros. En sus más de 30 años de trabajo ha regularizado a cientos de menores extranjeros, a los que califica como “héroes” y pide que se dejen de ver como una amenaza.

Ha sido fundamental su papel en la reciente aprobación de la reforma del Reglamento de Extranjería, que modificó el régimen jurídico de los menores no acompañados para favorecer su inclusión. Desde su propio despacho sigue resolviendo dudas sobre trámites de extranjería. Vicepresidente de la Asociación de Abogados Extranjeristas, acaba de lanzar el primer número de su revista, “Extranjería en red”.

¿Qué le impulsó a interesarte por los asuntos de extranjería?

Es gente que está maltratada por la ley. En 1991 cuando me gradué era un auténtico atropello de derechos. En los menores no acompañados se juntan diferentes factores de discriminación e indefensión. Siempre me ha llenado de indignación que no solo se le nieguen derechos, sino que se ensañen por expulsarlos.

¿Cuál es el principal miedo de un niño migrante?

Volver a empezar. Tienen pánico a ser devueltos al país desde el que vienen. También a regresar con unos padres maltratadores o, en una ausencia de familia, a una sociedad que no les toma en cuenta, a la pobreza severa, a la falta de educación y de oportunidades. Cuando hablas con ellos, te das cuenta de que son héroes, arriesgan sus vidas para huir de realidades durísimas. Cuando uno interioriza eso, deja de ver en ellos una amenaza y entiende que tienen que ser tratados igual que si fueran españoles. No existen menores extranjeros jurídicamente hablando, existen menores.

Su activismo a favor de los migrantes viene de lejos.

Redacté el primer informe que se hizo en España sobre un centro de internamiento de extranjeros, que levantó ampollas. La realidad con la que nos encontramos era durísima. Sirvió para que sus condiciones de vida no estén sin vigilarse ni sean tan arbitrarias. Llevé durante años la oficina de denuncias en SOS Racismo. Las acusaciones particulares fueron muy trascendentes, como la agresión de un conductor de autobús a un pasajero nacido en Irak o la prohibición a una alumna musulmana a entrar en un Instituto valenciano por llevar pañuelo.

¿Cuáles son los principales obstáculos para la integración de la infancia y juventud migrante?

El principal es el racismo. Se trata de una enfermedad social, una especie de virus que a veces se desarrolla de manera aparentemente asintomática. Además, es muy fácil de camuflar jurídicamente. Por el mero hecho de ser extranjeros, se les considera menos humanos o con menos derechos. Siempre es más difícil para un menor extranjero enfrentarse a las dificultades propias de la integración o afiliarse a una delegación de fútbol cuando no se tienen papeles o los papeles que tienes te marcan como extranjero. Hemos imbuido de tal manera en la sociedad que un extranjero es alguien con menos derechos que muchas veces hay que explicar lo obvio.

¿Se ha conseguido proteger a los menores ante el procedimiento de determinación de edad?

Nos hemos encontrado con casos sangrantes de minoría de edad que se negaban. Instituciones como la Fiscalía o las Comunidades Autónomas, por el mero hecho de ser extranjeros, nos negaban la mayor: que eran menores. Y hemos tenido que luchar por lo evidente, lo cual demuestra la calaña moral de quienes están al frente de nuestras instituciones que, en ocasiones, miran hacia otro lado, y en otras pelean activamente para que se expulse o se mantenga en un CIE a un niño. Hemos conseguido que las pruebas sean rigurosas y que se aplique un sistema de garantías.

¿Cómo valora la reforma del Reglamento de Extranjería?

Ha mejorado tres de los cuatro pilares en los que los derechos de los menores se veían seriamente aquejados. El primero eran los niños abandonados, que se corrigió en gran parte. El segundo eran los derechos de los padres de niños españoles que ha venido a consolidarse. El tercer pilar era la reagrupación familiar. Era sangrante que padres tuvieran que mantener en situaciones precarias a sus hijos en sus países de origen porque no se les dejaba traerlos. Pero el cuarto pilar queda pendiente: aquellos niños que están aquí en situación irregular, y cuyos padres ya han conseguido la regulación. Pero a los menores se les exige dos años de estancia y una serie de medios de vida y de vivienda, algo absolutamente improcedente. La próxima reforma de ley debería allanar el camino para regularizarlos. Es una vergüenza que en un Estado de Derecho se sigan poniendo trabas a niños.




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