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Uno de los sinsabores más amargos de soportar en el ejercicio de la profesión de abogado, es el que se produce cuando un cliente interpone una queja ante el Colegio de la Abogacía contra uno por considerar que nuestra actuación profesional no ha sido la adecuada. A lo largo de mi vida profesional he soportado algunas de estas experiencias, sobre todo, cuando estaba adscrito al turno de oficio. A día de hoy, todas, absolutamente todas las quejas que he recibido, han sido archivadas por falta de fundamento.

Y hace ya muchos años que no he tenido que enfrentarme a nuevas experiencias, hasta que el Colegio me notifica esta misma semana, una nueva queja. Y quiero, públicamente, explicar de qué va. Luego que cada cual opine lo que le parezca.

Me toca impugnar un recurso de suplicación que contiene expresiones y frases del siguiente tenor: “…. La sentencia dedica un único razonamiento Fundamento de Derecho Jurídico Primero donde a su entender se monta un cúmulo de frases y párrafos que evidencian que ni se ha leído la demanda ni las Resoluciones que cita, ni la legalidad, ni la jurisprudencia…”. “… En la empanada mental y fobia hacia esta parte, llega a afirmar la sentencia recurrida…”. “… Ni la sentencia recurrida en suplicación se ha leído la demanda ni el documento nº 5…”. “… No cabe pues mayor negación de la tutela judicial en una Sentencia que se invente lo que no dice otra sentencia…”. “… que tampoco se ha leído ni se ha enterado de nada…”. “…la sentencia aquí recurrida es un despropósito…”.

El recurso, por otra parte, no merece ni ser llamado recurso porque es extremadamente deficiente y realizado sin rigor ni técnica alguna.

Y si reconozco que fui muy duro en mi escrito de impugnación porque me duele y mucho ver como supuestos compañeros de profesión ensucian el buen nombre de nuestro oficio de esta manera. Por ello, y tras denunciar los defectos que tenía el recurso y que este tipo de improperios son impropios de un profesional de la abogacía, terminé mi escrito con el siguiente párrafo: “…En suma pues, sobre la mesa queda un texto que pretende ser un recurso que realmente no tiene tal carácter por su deficiente formulación, lo que nos lleva solo a poder considerar unos párrafos mal copiados y peor adornados con unos improperios salidos de tono que lo único que provocan en el letrado suscribiente es vergüenza ajena….”.

Como digo, parece que el contrario se ha sentido ofendido y ha puesto una queja contra mi en el Colegio de la Abogacía. Pero no ha tenido ni el valor de firmar el escrito de denuncia, que es encabezado y firmado por su clienta que resulta ser la persona contra la que nunca han ido mis palabras y acerca de la creo poder afirmar que por esta vía es quien se adivina clara víctima del que debería ocuparse de su defensa.

Omito otros comentarios al respecto y admito, por supuesto, todos los que os parezca oportuno hacer, sean para apoyarme o para despellejarme definitivamente.




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