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Por mucho que estemos inmersos en la Era de la Globalización, no podemos importar en España la práctica del Sumo, deporte nacional japonés, porque precisa de cultura, educación y valores japoneses que no son objeto de tráfico mercantil.

Ahora que estamos confinados, con permiso para casi nada y licencia para imaginar, mantenía una conversación con un compañero de trabajo, bueno, o lo que queda de ese concepto del trabajo, porque las prácticas laborales habituales quedaron en el Pleistoceno. Mi compañero argüía que no quiere saber nada de los del Norte de Europa: “Esos malditos holandeses y austriacos, insolidarios como ningunos, que vienen a España con su altivez y soberbia, a tratarnos como si fuésemos sus esclavos…(sic)”…

Uno de los mayores problemas europeístas reside en la concepción cultural tan distinta y distante que poseen los países del Norte respecto de los del Sur o viceversa, que hace inviable, no ya que nos pongamos de acuerdo en cuestiones de vital importancia, como la salida de esta crisis atroz motivada por COVID-19, sino que seamos capaces de intercambiar sinergias entre unos y otros.

Y una de esas sinergias de las que se viene hablando y mucho, tiene que ver con nuestro modelo de relaciones laborales. Algunos sujetos de las RR.LL abogan por la importación del modelo llamado “Mochila Austríaca”. Un modelo de indemnización de despidos que se implantó en Austria a principios del siglo XXI.

Esta mochila austriaca, básicamente consiste en abaratar el coste de los despidos de los trabajadores con contrato indefinido para flexibilizar el mercado de trabajo. Las empresas van haciendo aportaciones mensuales a unas cuentas individuales de ahorro a nombre de sus trabajadores. Estas cuentas de ahorro no las pierden al cambiar de empresa sino que les acompaña durante toda su vida laboral, como una mochila. Si el trabajador es despedido puede hacer uso de los ahorros de su mochila o no, incluso podrá financiarse su formación con estos fondos. El caso es que, llegada la fecha de la jubilación, si el trabajador mantiene ahorros en su mochila podrá usarlos para complementar su pensión.

Hablando de pensiones, el problema que presenta España “condena” a futuro cualquier perspectiva de progreso. Existen prospectivas que, hacia el año 2022, aseguran que por cada diez personas en edad de trabajar en España, habrá seis inactivas, ya sea porque son menores de 16 años o por ser mayores de 65 años. Y en 2050, la tasa de dependencia (cotizantes necesarios para sostener a un número de pensionistas) será del 100%, lo que significa que para entonces, cada persona en edad de trabajar sostendrá a una persona jubilada (inactiva). Estamos ante una necesidad imperiosa de sostenimiento del sistema de Seguridad y protección social.

Además, en España, los costes sociales para las empresas ya son demasiado elevados. Si importáramos este modelo austriaco, los empresarios verían encarecidos estos costes sociales al sumar el importe de las aportaciones a la mochila de cada trabajador.

Podríamos decir que este sistema lo que hace es financiar en diferido los costes de las indemnizaciones por despido.

Pero ¿qué ocurre en España si el despido es a coste cero? Pues que los empresarios recurrirían al despido como producto estrella para adaptarse a las necesidades de sus empresas en tiempos de dificultades o crisis.

Igual que no podemos traer el Sumo japonés, porque no entenderíamos las reglas ni el sentido del juego o deporte, debemos contemplar que el primer efecto que provoca la mochila austriaca es la altísima rotación en los trabajadores. Un modelo como el austriaco de flexiguridad absorbe perfectamente estas rotaciones pero, en España, con tasas elevadísimas de desempleo estructural y una productividad que en muy altos porcentajes pasa por la devaluación salarial, va a ser muy difícil que encaje porque aquí, muchos de los trabajadores despedidos, no vuelven al mercado de trabajo en sus vidas y forman parte de los grupos de exclusión, desempleados de larga duración, etc…y esto pasa, en buena medida, por el uso inadecuado de las Políticas activas de nuestro país que se erigen en políticas reactivas para cuando el problema ya no tiene solución en lugar de anticiparse proactivamente y garantizar la alta rotación de los trabajadores, por ejemplo, por medio de su formación, reciclaje o especialización.

Finalmente, España tiene un grave problema que resolver con su elevadísima Tasa de Temporalidad, que ronda el 26%, más del doble de la media europea. Esta dualidad en la contratación difícilmente encaja con el modelo austriaco, entre otras cosas porque los contratados temporales están prácticamente equiparados en costes por despido a los contratados indefinidos.

En fin, quizá sea éste, el modelo austriaco, un proyecto a muy largo plazo, que tiene sus virtudes, como también las tiene el Sumo, pero en España y por el momento, mucho me temo que seguiremos con las mismas recetas, aunque cambiemos de médico.




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