Durante los últimos años, los consumidores han tenido que sufrir, expectantes, como las cajas y las entidades financieras, con las que habían contratado todo tipo de productos y servicios, desaparecían, para fusionarse con otras entidades bancarias o ser absorbidas por éstas; y, en otros muchos casos, han padecido las consecuencias de que sus deudas fueran transmitidas de sus prestamistas iniciales a nuevos acreedores; con el desconcierto e indefensión que estos “movimientos” suponen para sus derechos.

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