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Acabo de leer el enésimo titular sobre el IVA cultural y lo incomprensible de que las entradas de teatro tengan IVA, el 21 por 100, para más datos.

Acaba de llegarme la última convocatoria de protesta del sector de peluquerías por el trato inhumano a que está sometido el sector porque..., ¡tiene IVA impositivo general!

¡Ya no puedo más!

Tiene que quedar claro que esto es un tema de lobbismo, puro y duro: ¡cada uno va a lo suyo! Y, por supuesto, es perfectamente legítimo que cada uno defienda “sus garbanzos” de la forma que mejor pueda.

Mi relación con el estudio del IVA es antigua, digamos que el IVA, como “construcción teórica” me gusta. Por mi antigua dedicación universitaria “interna” me tocó trabajar mucho en la versión más “interior” del IVA; un impuesto que, dicho sea de paso, es un gran desconocido más allá de los “sistemas automatizados de gestión de las asesorías”. De hecho, solo un puñado de personas pueden considerarse unas “reputadas autoridades” en temas de IVA en España (y un servidor intenta aprender de ellas lo que puede).

Pero en los últimos tiempos, mi curiosidad sobre el IVA saltó fuera del marco europeo, tan “idolatrado” y “omnipresente”; pero sí, ¡existe vida más allá de la “clásica” Sexta Directiva -y sus actualizaciones y nuevas versiones-!

Me he decidido a escribir estas notas por un último titular que he leído en un medio digital: “En Broadway no les entra en la cabeza que cada entrada lleve el 21% de IVA” (artículo de Daniel Toledo en “El Confidencial”, 13 de enero 2016, entrevistando a Julia Gómez Cora).

Claro, un salto en el sillón: ¡qué bueno!, ¡por supuesto que en Broadway no se lo imaginan! Pero ni en las entradas de teatro, ni en los perritos calientes, ni en la peluquería, ni en nada..., el pequeño detalle está en que en USA no hay IVA. ¡Llevo años siguiendo el debate sobre “IVA sí – IVA no” es USA y, creanme, es apasionante! (Sí, ya sé que tildar de apasionantes los “debates tributarios” parece un poco friki, pero hay mucha miga detrás).

Entonces, ¿el referente es la Unión Europea con un IVA omnipresente y asfixiante, o el referente es los Estados Unidos de América que a fecha de hoy sigue evitando el IVA?

Por supuesto, todo “depende” y puede tener muchos enfoques. Pero voy a comenzar el debate con la dicotomía generada en “fuentes internacionales” entre el “IVA bueno” y el “IVA malo”. ¡Fíjense qué nivel! Ya no estamos hablando de si el IVA, como tal, es bueno o malo. Si no, si entre los modelos de IVA existentes hay unos “buenos” y otros “malos”.

Al grano ya: el paradigma de “IVA malo” es el modelo de IVA implantado en la Unión Europea en los años sesenta. Y, en efecto, existen paradigmas de IVA bueno.

El IVA europeo es “malo”, malísimo (casi una catástrofe), precisamente, por este debate absurdo sobre “IVA cultural” y sobre “peluquerías asfixiadas por el IVA”.

Es un debate absurdo que pone de manifiesto como el IVA hace tiempo que renunció a, o renegó de, su característica principal: “la neutralidad”.

En la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea se han escrito páginas y páginas sobre la “neutralidad” como esencia estructural del IVA. Pero siempre sobre una base “filosófico-utópica” que se superpone a la realidad normativa original: el IVA no es neutral en esencia en Europa.

Cierto es que de “neutralidad” en el IVA hablamos en muy distintos sentidos (promoción o no de la concentración empresarial, costes fiscales ocultos en los mecanismos de deducción, etc.), pero cuando el IVA tiene “tipos distintos” y “exenciones matizadas”, obviamente: ¡ha dejado de ser neutral! Y, con ello, ha abierto la puerta al “lobbismo” y al “buenismo” y al “infantilismo social” (todos ellos, elementos esenciales de la sociedad “avanzada” en que nos hemos instalado).

Claro, “la cultura” es un valor superior que debe ser protegido: IVA de “primera necesidad” (y los artistas contentos). Otros decimos “la justicia” es un valor superior que debe ser protegido: IVA de “primera necesidad”, mejor, “exento” o “no sujeto” (y los abogados contentos). Otros dicen...

Es justo reconocer que los redactores del IVA europeo en los 60 estaban “atados” por las tradiciones fiscales de los países miembros, donde los antiguos impuestos sobre el “volumen de ventas” (el Impuesto General sobre el Tráfico de las Empresas en España, por ej.) reconocían distintos tratamientos fiscales para distintos tipos de productos y servicios. Y la “tradición” (la inercia irreflexiva, digo yo) pesa tanto que no hubo “narices” a poner orden y “simplificar”.

Esta es la “palabra mágica”: SIMPLIFICAR. Solo existe neutralidad en lo simple, y solo existe algo aproximado a “justicia tributaria” en lo simple: lo complicado no genera “matices”, sino que provoca “lobbismo” y “agujeros”. Parece mentira tener que recordar estas cosas “con lo que ha llovido”.

Por eso los sistemas modernos, de IVA bueno, tienden a la máxima simplificación: tipo único moderado y amplia base reduciendo el catálogo de exenciones a la mínima expresión...

Seguiremos con ello. Por ahora quede claro que la demanda lacrimógena de artistas y peluqueros tiene la misma legitimidad que la demanda lacrimógena de abogados y talleres de automóviles.

El debate correcto es otro: ¿por qué el IVA no para de subir y por qué no deja de generar discriminaciones entre unos sectores y otros, y por qué no dejan de hacerse mellas en su neutralidad? Injusticia tras injusticia, error tras error.

 

 




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